Paganismo: mismas fiestas, mismos dioses… distintos nombres

25
Nov

El paganismo está más vigente que nunca. Basta estudiar cualquiera de las fiestas religiosas que actualmente celebra el mundo para descubrir en ellas los mismos elementos que caracterizaban a las festividades y cultos que las civilizaciones antiguas hacían en honor de sus numerosos dioses.

Lo anterior no resulta extraño, pues hace tiempo que los líderes de la Iglesia Católica se dispusieron a “cristianizar” las antiguas fiestas paganas, superponiendo sobre ellas diferentes pasajes y hechos de la Biblia, como un método para ganar más adeptos entre las poblaciones que se resistían a dejar sus viejas creencias.

Así, la esencia idólatra de aquellos cultos permaneció inalterada; sus símbolos y dioses, incólumes. Sólo cambiaron los nombres… por nombres “cristianos”. No es exagerado afirmar que se trató de un cambio gatopardista: cambió todo para que nada cambiara. Todo esto en total oposición con lo que la marca la Biblia.

Si Cristo Jesús estuviera en la tierra ahora, sus palabras no serían distintas a las que alguna vez dijo a los fariseos: “Mas en vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres.” Mateo 15:9.

Este artículo tiene el propósito de explicar el origen y significado verdaderos de las fiestas que hoy celebra el mundo, y como recordatorio de la advertencia que el apóstol Pablo hizo a los colosenses: “Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo.” Colosenses 2:8.

Analizar cada una de las festividades actuales y pasadas ameritaría una investigación más larga y profunda. Este trabajo solo se enfoca a dos deidades paganas, no obstante, a lo largo del artículo se citan algunos libros que usted puede leer si desea profundizar en algún tema específico.

Los dioses elegidos no son cualquier ídolo. Se trata de deidades que están íntimamente relacionadas, que son comunes a la gran mayoría de las religiones politeístas, que en varias ocasiones fueron tropiezo para el pueblo de Dios y que son clave para comprender muchas de las fiestas que hoy tiene la humanidad. De un modo genérico, lo que aquí se analizará es el culto al dios solar y a la gran diosa madre.

Antes de hablar de cualquier culto pagano es necesario tener claro lo que es el paganismo. El término latín paganus se adoptó en el siglo IV para referirse a “los que viven en el campo”. Esto se debió a que la gente que vivía en las áreas rurales del imperio romano fue la que más se resistió a abandonar sus antiguos dioses para adoptar el cristianismo. Al aferrarse a sus viejas creencias, y rechazar el cristianismo, fueron llamados paganos.

Paganismo es idolatría

El paganismo se identifica por ser un culto politeísta (creencia en muchos dioses) que daba especial importancia a la fertilidad de la tierra y los ciclos naturales como el del sol, elementos esenciales para la actividad de aquellas civilizaciones agrícolas. Aunque el término se acuñó en el imperio romano del siglo IV, las prácticas y creencias que lo caracterizan son mucho más antiguas.

La Biblia llama a estas creencias idolatría y es una de las cosas que Dios más aborrece, tanto que sus dos primeros mandamientos prohíben explícitamente tener otros dioses y hacer cualquier tipo de imagen para adorarla (Éxodo 20:3-6).

El elemento común

Las creencias idólatras de los pueblos antiguos eran muy variadas. Es inmensa la cantidad de dioses, semidioses, héroes, mitos y leyendas que había en cada lugar. Sin embargo, entre tal diversidad los estudiosos han encontrado un elemento que es común a todas ellas: siempre hay un dios –generalmente una deidad solar, de la vegetación o ambas– destinado a morir y revivir cada año y ligado a una gran diosa de la tierra que lo ama ya sea porque es su esposo, su hijo, su amante o varias de estas cosas a la vez. Los nombres de esos dioses cambian de cultura en cultura y de pueblo en pueblo, pero la motivación de su culto es la misma.

Así lo explica el historiador Charles Guignebert en su libro El Cristianismo Antiguo:

A la primera mirada que se arroje sobre la vida religiosa del Oriente asiático, desde el mar Egeo a Mesopotamia, se ve que en los albores de nuestra era ocupan el primer lugar cierto número de divinidades muy parecidas, tanto que a veces se confunden: son Atis en Frigia, Adonis en Siria, Melcarte en Fenicia, Tamuz y Marduc en Mesopotamia, Osiris en Egipto, Dionisos en tierra griega, para limitarme a las principales; y también debería nombrar al dios persa Mitra… El rasgo sobresaliente de la historia mitológica de sus dioses es el de que están destinados, en cierta época del año, a morir para resucitar en seguida, poniendo así, sucesivamente, un dolor profundo y una alegría delirante en el corazón de sus fieles.

… Además, a la mayoría de ellos los vemos en relación estrecha con una diosa, madre de los dioses, personificación de la Tierra o de la Naturaleza fecunda, que los da a luz o los ama; así lo hacen la Gran Madre Cibeles con Atis, Belti-Afrodita con Adonis, Istar con Tamuz, Isis con Osiris. Por eso, también, a estos dioses se les adora junto con las diosas y, prácticamente, viven con ellas, en sus templos.

(Guignebert, 1997, 72-75)

Guignebert no es el único que defiende esta idea. Sir James George Frazer, uno de los fundadores de la antropología moderna, sostiene a lo largo de su obra La Rama Dorada: Magia y Religión que las religiones antiguas tenían en común un culto en torno a un rey-sacerdote sagrado que se creía era la reencarnación de un dios solar que moría y renacía y que a su vez tenía un matrimonio místico con una diosa madre.

De la diosa madre a la «madre de Dios»

El dios solar y la diosa madre también fueron adorados por los israelitas en total desobediencia a Dios. La Biblia habla de los cultos a estos ídolos como lo más abominable que el pueblo de Israel hizo dentro del templo de Dios, motivo por el cual fue severamente castigado.  

Vea lo que hizo el pueblo de Israel en Ezequiel 8:13-14:

Díjome después: Vuélvete aún, verás abominaciones mayores que hacen éstos. Y llevóme a la entrada de la puerta de la casa de Jehová, que está al aquilón; y he aquí mujeres que estaban allí sentadas endechando a Tammuz.

Ezequiel 8:13-14

Tammuz era una deidad babilónica. Junto a él siempre aparecía la figura de una diosa conocida como Ishtar. Ella era su esposa según la mitología. En Sumeria estos dioses eran conocidos como Dumuzi e Inanna.

Ishtar era la diosa madre de los babilonios. Recibió el título honorífico de “Reina del Cielo y Señora de la Tierra” y fue una deidad que el pueblo de Israel también adoró cuando se olvidaba de Dios (lea también Jeremías 44:15-19).

Los hijos cogen la leña, y los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, por provocarme a ira.

Jeremías 7:18

Para entender por qué Ezequiel encontró a las mujeres de Israel llorando por Tammuz primero hay que conocer el mito que liga a este dios con la diosa madre.

Los paganos asociaban las estaciones del año y su consecuente efecto sobre la naturaleza y la cosecha a un ciclo de muerte y resurrección del dios Tammuz. En tiempos de falta de lluvia, cuando la vegetación moría, la gente lo atribuía a la muerte de Tammuz. En la mitad del año que no llovía se creía que Tammuz descendía al mundo de los muertos e Ishtar, la diosa madre, lloraba su pérdida hasta que volvía a emerger de nuevo.

Los seguidores de estos dioses también debían imitar a Ishtar y llorar el descenso del joven dios al submundo entre los meses de junio y julio, sabiendo que a los seis meses volvería a subir. Se trataba de un rito de lamentaciones anual (Eliade, 1999, 101). Y precisamente eso es lo que hacían las mujeres que el profeta Ezequiel vio en el santuario.

Para profundizar en esta historia puede consultar libros como Historia de las Creencias y las Ideas Religiosas I, de Mircea Eliade, e Historia de las Religiones de Giovanni Filoramo, entre otros.

Los cananeos, filisteos, sidonios, fenicios y otros pueblos aledaños a Israel tenían una creencia bastante similar; sólo que en su mitología Tammuz no era otro que el dios Baal, mientras que Ishtar se llamaba Asera, Astarot o Astarté, según la región. En esta interpretación Astarot era la esposa y a la vez madre de Baal. En incontables ocasiones los israelitas dieron la espalda al único Dios para inclinarse ante esas deidades (Jueces 2:13; 1° Samuel 12:10; 1° Reyes 11:5 y 18:21; Jeremías 11:13 y 23:13).

El vínculo entre un dios solar o de la vegetación con una gran diosa se encuentra en casi todas religiones paganas del mundo. En muchas se presenta como una relación de una madre con su niño. En Egipto, Isis y Horus; entre los frigios, Cibeles y Atis; en China, Shingmoo y su hijo; entre los druidas del norte de Europa, Virgo Paritura y su hijo; en India, Devaki y Krishna, etc. En Mesopotamia existen sellos sumerios que datan de 2300-2000 a.C. y presentan a Ishtar también con un hijo al que los hombres acuden a venerar, como se ve en la siguiente figura.

Algunas representaciones paganas de la gran diosa madre y su hijo
Algunas representaciones paganas de la gran diosa madre y su hijo

¿Le recuerda a algo esas imágenes? Sin duda que sí, pues tales representaciones derivaron en la construcción católica de la virgen María y el niño Jesús.

De acuerdo con el artículo Origen de la Iconografía de la Virgen, de David Gutiérrez, “la iconografía cristiana de la Virgen con el Niño no nació como casualidad en la nueva religión cristiana que nació en el siglo I, sino que muchos símbolos y motivos iconográficos tienen como base imágenes paganas que estaban asimiladas en el mundo romano” (Gutiérrez, 2014).

James Frazer también habla de la forma en que el catolicismo fue adoptando la creencia de la diosa madre que tenían los pueblos en la figura de María:

No nos sorprenderá que en un período decadente… la serena figura de Isis, con su ecuanimidad espiritual y su graciosa promesa de inmortalidad, pudiera haber parecido a muchos como una estrella en un ciclo borrascoso y despertara en sus pechos un arrebato de devoción, no muy desemejante al que durante la Edad Media se elevó a la Virgen María. En verdad que su ritual majestuoso, sus afeitados y tonsurados sacerdotes, sus maitines y vísperas, su tintineante música, su bautismo y sus aspersiones de agua bendita, sus procesiones solemnes y sus imágenes enjoyadas de Madre de Dios, presentaron muchos puntos de semejanza con las pompas y ceremonias del catolicismo. El parecido no debió ser puramente accidental. El antiguo Egipto puede haber contribuido con su parte al brillante simbolismo de la iglesia católica tanto como a las abstracciones descoloridas de su teología. Es verdad que en arte, la figura de Isis dando de mamar al niño Horus es tan semejante a la Madona y el Niño que en ocasiones ha sido adorada por cristianos ignorantes.

(Frazer, 2014, 298-299)

Si desea profundizar más en el tema le recomiendo leer El mito de la diosa, evolución de una imagen de Anne Baring y Jules Cashford.

Con el paso de los años el catolicismo decidió dar un estatus prácticamente divino a la figura de María –siendo ella humana– y por la vía de los hechos superior a la del mismo Hijo de Dios, tal cual hacían los pueblos paganos con la diosa madre. En el año 431, en el concilio de Éfeso, se le dio el título de «Theotokos», es decir, «Madre de Dios». Este título hizo que en diferentes lugares, empezando por Italia, la proclamaran también “Reina de los Cielos”, un nombramiento similar al que recibía la diosa madre pagana, como se mencionó párrafos atrás.

El culto solar

Como si los lamentos por Tammuz y la consecuente adoración a la gran diosa madre no fueran suficientes, Ezequiel tiene que presenciar algo aún más abominable por parte del pueblo de Israel:

Luego me dijo: ¿No ves, hijo del hombre? Vuélvete aún, verás abominaciones mayores que éstas. Y metióme en el atrio de adentro de la casa de Jehová: y he aquí junto a la entrada del templo de Jehová, entre la entrada y el altar, como veinticinco varones, sus espaldas vueltas al templo de Jehová y sus rostros al oriente, y encorvábanse al nacimiento del sol

Ezequiel 8:15-16

La entrada al templo de Dios miraba al oriente, así que cuando una persona se paraba frente al altar y miraba hacia la entrada, quedaba mirando hacia el occidente. ¡Pero esos ancianos, muy probablemente sacerdotes de Dios, miraban hacia el oriente! Habían dado la espalda a Dios y mostraban sumisión y adoración al sol naciente.

Si hay algo que Dios reprueba, es la adoración al sol o a cualquiera de los astros.

Guardad pues mucho vuestras almas: pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego… porque alzando tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, no seas incitado, y te inclines a ellos, y les sirvas; que Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos.

Deuteronomio 4:15,19

Asimismo, Job menciona lo siguiente:

Si he mirado al sol cuando resplandecía, y a la luna cuando iba hermosa, y mi corazón se engañó en secreto, y mi boca besó mi mano: esto también fuera maldad juzgada; porque habría negado al Dios soberano.

Job 31:26-28

La adoración al sol era común en las civilizaciones antiguas. Entre los pueblos que rodeaban a Israel, Baal era la deidad solar: “Y dejaron todos los mandamientos de Jehová su Dios, e hiciéronse vaciadizos dos becerros, y también bosques, y adoraron a todo el ejército del cielo, y sirvieron a Baal.” 2° Reyes 17:16. Lea también 2° Reyes 23:5,11.

Como Baal, los dioses que estaban relacionados con la diosa madre no sólo se asociaban con un ciclo de muerte y resurrección. Su ciclo a su vez se asociaba con el ciclo del sol, lo que hizo que la mayoría de ellos también figuraran como deidades solares. Y así como se hacía luto por la muerte del dios, también se celebraba una fiesta por su resurrección o renacimiento. Considere lo que dice el historiador Charles Guignebert:

Esta fiesta es un drama que representa, estilizándolas, la muerte y la resurrección del dios. A veces es doble: quiero decir que hay dos fiestas que caen en épocas características del año. En tal caso, uno de los episodios supera al otro; así, respecto de Tamuz, la fiesta de su muerte, en el solsticio de verano, parece ser la principal, y lo mismo en cuanto a Adonis, tan fácil de confundirlo con aquél. Por lo que hace a Marduc, y a los dioses francamente solares en general, la de su triunfo o su renacimiento es la principal.

(Guignebert, 1997, 75)

Así como el solsticio de verano era visto por las culturas agrícolas de la antigüedad como el día en que moría su dios, el solsticio de invierno fue una fecha igualmente importante en la que se consideraba que ese dios –ahora asociado con el sol– renacía, lo que se reflejaba en que a partir de ese momento los días comenzaban a alargarse de nuevo para robarle espacio a la noche.

En otras palabras, lo que vio Ezequiel fue la otra cara de la adoración a ese dios al que las mujeres endechaban, sólo que esta vez no lloraban su muerte sino se postraban ante su renacimiento.

Roma y la adoración al Sol Invicto

Todos los pueblos politeístas de la antigüedad tenían entre sus dioses a uno que personificaba al sol. Roma no era la excepción. Su dios sol estaba identificado con el dios griego Apolo-Helios, pero no era la deidad principal del panteón romano. Su divinidad más importante era Júpiter, equivalente al Zeus de la mitología griega.

De hecho, el culto romano al Deus Sol Invictus (el dios Sol Invicto) fue implantado por los emperadores que gobernaron hasta finales del siglo II y durante todo el siglo III, como una forma de salvar la unidad del imperio que se había visto amenazada por muchos problemas políticos, económicos y sociales, en donde el antiguo credo imperial había sufrido un proceso de desgaste.

La idea del emperador era colocar el culto al Sol Invictus por encima de todos los demás cultos y también como el nuevo fundamento de su Imperio, siendo el mismo emperador la personificación de esa divinidad. El libro Breve Historia de la Navidad de Francisco José Gómez contiene datos interesantes sobre el establecimiento de este culto, como el siguiente fragmento: 

Los resultados alcanzados fueron positivos, pues la nueva divinidad gozó de la aceptación de la población, el soberano logró el restablecimiento de la unidad del Imperio y el refuerzo del carácter divino de su cargo, ya que, al único dios, el Sol, debía corresponder un único emperador representante de esa divinidad, Aureliano, que se proclamó ‘Dominus et Deus‘, Señor y Dios.

(Gómez, 2013, 48)

El 25 de diciembre, el solsticio de invierno, quedó establecido como el día de adoración al Sol Invicto, la misma fecha en que los pueblos orientales celebraban a sus deidades.

El aniversario del ‘Deus Sol Invictus‘ se instauró el 25 de diciembre, <<día natalicio>> por excelencia de todas las divinidades solares orientales, además de ser, según el calendario romano, el día del solsticio de invierno, cuando las horas de la luz comienzan a alargarse y las noches se acortan, un hecho cargado de significado para las religiones antiguas.

(Gómez, 2013, 48)

Pero el culto al sol no sólo fue alentado desde el trono imperial. En el siglo III cobró gran popularidad, sobre todo entre el ejército romano, el culto a Mitra, otra deidad solar que desde la antigüedad se adoraba en pueblos orientales como Persia e India y cuya historia se asemeja en parte a la de Jesús (sin duda, otra de las tretas de Satanás para confundir a las personas), aunque con notables diferencias para los que verdaderamente conocen las Escrituras.

A Mitra sus adoradores le llamaban “El Invencible Sol” y su natividad también caía el 25 de diciembre (Frazer, 2014, 278). Su día sagrado era el domingo y era representado con un nimbo o halo alrededor de su cabeza.

Por la misma época, en Egipto gozó de mucho éxito la adoración a una diosa virgen llamada Koré y el nacimiento de su hijo Aion. Estas deidades no eran más que personificaciones sincréticas de los antiguos dioses egipcios Isis y Horus, la diosa madre y el dios sol hijo (Gómez, 2013, 68).

Durante la noche del 5 al 6 de enero, los adoradores de estos dioses celebraban “La fiesta de la Luz”, día del alumbramiento de Aion. Esta celebración luego dio paso a la fiesta católica de la Epifanía, en la que los católicos conmemoran la adoración de Jesús por los magos del oriente.

En sus inicios, esta festividad celebraba en conjunto el nacimiento y bautismo de Jesús, los milagros de las bodas de Caná, la multiplicación de los panes y los peces y la adoración de los magos de Oriente. Con el paso de los años, la fiesta de los magos predominó sobre las otras y la fecha del nacimiento de Jesús cambió al 25 de diciembre.

Del sol invicto, ¿al sol de justicia?

No existe evidencia, ni una sola mención, de que los cristianos hayan celebrado el nacimiento de Jesús durante sus primeros doscientos años de historia. Incluso, en ese entonces las celebraciones de los aniversarios tenían mala fama para algunos cristianos como el teólogo alejandrino Orígenes (185-254), quien señalaba que la celebración de cumpleaños era propio de los paganos o de malos judíos poniendo como ejemplo al Faraón que vivía en tiempos de José (Génesis 40:20) y a Herodes Antipas (Mateo 14:6-11).

Fue hasta el siglo III, en el mismo periodo en que comenzó a cobrar más fuerza el culto al sol, que comenzaron a aparecer los primeros testimonios de comunidades cristianas que conmemoraban el nacimiento de Jesús, aunque se llegaron a manejar ¡más de 130 fechas diferentes para tal celebración! (Gómez, 2013, 66).

Entonces, ¿por qué y en qué momento se acordó establecer el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre? El antropólogo James Frazer, citando a un escritor sirio cristiano, responde de manera directa a esta pregunta:

La razón –nos dice– de que los Padres transfirieran la celebración del 6 de enero al 25 de diciembre fue ésta: era costumbre de los paganos celebrar en el mismo día 25 de diciembre el nacimiento del sol, haciendo luminarias como símbolo de la festividad. En estas fiestas y solemnidades tomaban parte también los cristianos. Por esto, cuando los doctores de la Iglesia se dieron cuenta de que los cristianos tenían inclinación a esta fiesta, se consultaron y resolvieron que la verdadera Navidad debería solemnizarse en ese mismo día, y la fiesta de la Epifanía en el 6 de enero.

(Frazer, 2014, 278)

¿Se da cuenta de lo que había sucedido? Así como el pueblo de Israel se había inclinado ante Baal en el tiempo antiguo, muchos miembros de la Iglesia apostataron de su fe para inclinarse al sol: “Empero el Espíritu dice manifiestamente, que en los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios.” 1ª Timoteo 4:1.

Sus dirigentes, como los sacerdotes y profetas de Israel en su tiempo, lejos de corregir el error de los miembros de la Iglesia decidieron tolerarlo. Compare las siguientes citas bíblicas:

Porque así el profeta como el sacerdote son fingidos: aun en mi casa hallé su maldad, dice Jehová… Y en los profetas de Samaria he visto desatinos: profetizaban en Baal, e hicieron errar a mi pueblo Israel. Y en los profetas de Jerusalem he visto torpezas: cometían adulterios, y andaban en mentiras, y esforzaban las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su malicia: fuéronme todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra.

Jeremías 23:11-14 (también lea Jeremías 2:8; 32:32-35 y Ezequiel 22:26)

Pero hubo también falsos profetas en el pueblo, como habrá entre vosotros falsos doctores, que introducirán encubiertamente herejías de perdición, y negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos perdición acelerada. Y muchos seguirán sus disoluciones, por los cuales el camino de la verdad será blasfemado.

2ª Pedro 2:1-2

Lejos de quitar la idolatría que había permeado en una buena parte de la Iglesia, algunos de sus dirigentes decidieron aprovechar la celebración del nacimiento del Sol Invictus, tan popular entre paganos y cristianos, para convertirla en la fecha del nacimiento de Jesús. Ellos trataron de justificar su proceder argumentando que buscaban reconducir el simbolismo pagano de esa festividad hacia algo más propio del cristianismo. Olvidaron las palabras del profeta Jeremías cuando decía: “Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.” Jeremías 15:19.

El primer documento histórico en el que aparece la fecha del 25 de diciembre data del año 336 y se trata del Depositio Martyrum o “Los enterramientos de los mártires”, que en una de sus secciones dice: “25 Diciembre: Nacimiento del Sol Invicto. Nace Cristo en Belén de Judá.” (Gómez, 2013, 57).

San Agustín (354-430) fue más allá y exhortaba a los cristianos a no dedicar el 25 de diciembre al sol, sino al que lo hizo. Los padres del catolicismo del siglo IV y V intentaron comparar al Señor Jesús con el Sol Invicto torciendo las palabras del profeta Malaquías: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salud: y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.” Malaquías 4:2.

Mire, por ejemplo, lo que escribía San Juan Crisóstomo en su obra De solstitiis et aequinoctiis:

No obstante, dicen de este día [25 de diciembre] que es también el del nacimiento del <<Sol Invicto>>. En verdad, ¿quién tan invicto como nuestro Señor, que derribó y venció a la muerte? Y si dicen que ese día es el nacimiento del Sol, ¡Él es el Sol de la Justicia!

(Gómez, 2013, 61)

Incluso existen restos arqueológicos que muestran intentos cristianos de comparar al Señor Jesús con el sol, como el mosaico denominado Christo Sole, “El Cristo Sol”, que data de finales del tercer siglo y ahora se conserva en la necrópolis que se encuentra debajo de la basílica de San Pedro en Roma.

En ese mosaico se pinta a Jesús como si se tratara del dios solar Helios, conduciendo un carro a través del cielo y con una diadema de la que emanan rayos de luz.

Mosaico Christo Sole, “El Cristo Sol”, que data de finales del tercer siglo, representa a Jesús como si se tratara del dios solar Helios
Mosaico Christo Sole, “El Cristo Sol”, que data de finales del tercer siglo, representa a Jesús como si se tratara del dios solar Helios

Pronto la fiesta de la Navidad se mezcló con las festividades que se hacían a otros dioses solares como Mitra y Aion, y por ende también con la virgen o diosa madre que los había alumbrado (Frazer, 2014, 278).

Lo más sorprendente es que muchos de estos datos son confirmados por la misma Iglesia Católica. Basta con que usted lea lo que dice su enciclopedia online sobre la Navidad; aquí sólo reproduzco un par de fragmentos:

[La] Navidad no figuraba entre las primeras fiestas de la Iglesia…Encontramos la primera evidencia de esta fiesta en Egipto. Aproximadamente en el año 200 d.C. …la muy conocida fiesta solar del Natalis Invicti, celebrada el 25 de diciembre, tiene un derecho fundado en la responsabilidad de nuestra fiesta de diciembre.

Enciclopedia Católica

En el año 354, el obispo de Roma Liberio designó el 25 de diciembre como la fecha oficial de la Navidad. Poco a poco, los otros cuatro grandes patriarcados de la iglesia cedieron ante Roma y adoptaron la misma fecha.

Las iglesias de Constantinopla decidieron festejar la Navidad el 25 de diciembre en el año 379; Antioquía, en el 386; Alejandría, en el 431, y finalmente Jerusalén, en el siglo VI.

No se deje engañar

En resumen, el culto a la diosa madre y a su hijo, que fue tropiezo para el pueblo de Israel, sigue extraviando a mucha gente hasta hoy. Lo único que ha cambiado a través de las culturas y los siglos han sido sus nombres.

Pero usted no debe dejarse engañar. El Jesús que el mundo celebra en Navidad y la María que venera como “madre de Dios” no son otros que el dios solar que muere y renace cada 25 de diciembre y la gran diosa madre que aparece con él en casi todos los mitos paganos. En definitiva, nada tienen que ver con el Jesús y la María que describe la Biblia

Referencias

Baring, Anne y Jules Cashford (1991). El mito de la diosa, evolución de una imagen. Ediciones Siruela, España.

Eliade, Mircea (1999). Historia de las creencias y las ideas religiosas I. Editorial Paidós, Barcelona.

Filoramo, Giovanni et. al. (1998). Historia de las religiones. Editorial Crítica, Barcelona.

Frazer, James (2014). La rama dorada: magia y religión. Fondo de Cultura Económica, México.

Gómez, Francisco (2013). Breve historia de la Navidad. Ediciones Nowtilus, Madrid.

Guignebert, Charles (2001). El cristianismo antiguo. Fondo de Cultura Económica, México.

Gutiérrez, David (2014). Origen de la iconografía de la Virgen. Blog de Historia del Arte.

“Navidad”. Enciclopedia Católica Online. Consultado en:

http://ec.aciprensa.com/wiki/Navidad

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